"Puesto que ya muchos han tratado de poner en orden la HISTORIA de las cosas que entre nosotros han sido ciertísimas, tal y como nos lo enseñaron los que desde el principio lo vieron con sus ojos, y fueron ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden.” Lucas 1:1-3 VRV1960


jueves, 13 de octubre de 2011

La Ciencia Moderna y el Cristianismo

    Antes de el movimiento denominado por los historiadores con el nombre de la Reforma, pocas personas tenían acceso a la lectura de la Biblia. Las Sagradas Escrituras sólo podían ser leídas por el clero católico, además estaban escritas en latín, idioma que sólo leían los círculos eclesiásticos y no el vulgo. Es justamente con la Reforma que la Biblia comienza a llegar a los estratos sociales fuera del eclesiático, iniciándose una nueva visión no sólo religiosa, sino también social y científica. En lo que respecta a esta última, es interesante señalar que lo que hoy llamamos ciencia moderna tiene su auge justo, después de la Reforma.
Algunos historiadores se han percatado que la llamada Ciencia Moderna se desarrolló en la Europa del Renacimiento, debido a la visión del mundo cristiano de esa cultura. De hecho, “...es en el Renacimiento cuando la ciencia empieza a desarrollarse como tal. Ténganse en cuenta que en los siglos medievales tuvieron importancia las letras, las artes y la filosofía pero no pudo hablarse de intentos verdaderamente científicos. En la época renacentista, en cambio, se concentró la atención a la naturaleza y se la estudió. De allí resultan las siguientes actitudes del científico que dan cuerpo al cultivo de la matemática, la física, la astronomía, la geografía, la biología”1.

Es interesante, estimado lector que usted se haga esta pregunta: ¿por qué civilizaciones avanzadas como la griega, persa y china no tuvieron una “ciencia” tal como nosotros la conocemos?  En mi criterio porque ellas carecían de la idea cristiana de las leyes de Dios. Sin embargo, a pesar del origen cristiano de la ciencia — algo que expondremos más adelante—, y a pesar del trabajo de muchos cristianos que fueron grandes científicos, la ciencia virtualmente se ha convertido en un arma de la religión humanista seglar, siendo utilizada para negar a Dios y establecer el mundo material que es el fin de todas las cosas, según la declaración del humanismo ateo.  
Contrariamente a muchas nociones populares, la Biblia no permanece en silencio con respecto a la ciencia. En realidad tienen mucho que decir. No sólo revela que Dios originó la actividad científica, sino también que El la aprobó y esperó que el hombre aprendiera sobre ciencia. La Biblia también demuestra cómo solucionar problemas científicos y explica como la ciencia fue pervertida tan rápidamente y se convirtió en un enemigo de la fe en Dios. Solamente con el conocimiento del plan de Dios en nuestras manos será posible efectuar la reforma que tan desesperadamente necesitamos en nuestras naciones. 

La razón por la que no conocemos la verdad sobre la ciencia es porque nuestros ojos han sido segados. Desde que aprendimos de nuestros antepasados que la ciencia es autónoma de Dios, hemos sido unos ignorantes acerca del verdadero origen de la ciencia. La totalidad de los libros que utilizamos en la primaria, secundaria y en las universidades no mencionan a Dios y raramente su nombre se oye en un salón de clases. La influencia de las creencias religiosas en la actividad científica es ampliamente vista como una influencia negativa que aleja al científico de la objetividad. El papel de Dios en el Universo es asumido como un observador no involucrado que puede y debe ser ignorado.

Pero a través de la Biblia, los hombres son estimulados a meditar sobre los trabajos de Dios y a buscar sus secretos. Por ejemplo, nos enseñan las Escrituras que buscar las cosas que Dios ha ocultado es considerado una ocupación digna de reyes (Proverbios 25:2). De igual manera, la Biblia en sí misma utiliza la naturaleza para construir nuestra fe (Salmos 145:5 ; 139:14 ; 8:3-4), para corregir a aquellos que se han desviado (Proverbios 6:6 ; 30:24) y asegurar a los hijos de Dios su fe (Jeremías 31:35). Es interesante señalar que Jesucristo concibió sus parábolas en el mundo natural que lo rodeaba. Volvió los ojos de sus discípulos a la naturaleza para mostrarles que Dios se preocupaba de ellos (Mateo 6:26) , corrigió a los fariseos en cuanto a sus supersticiones sobre purificarse antes de las comidas y de hecho, lo hizo en una manera científica (Mateo 15:1-20) y esperó que ellos pudieran discernir las cosas espirituales, porque ellos podían discernir las cosas naturales (Mateo 16:1-4).


La verdad esencial de la ciencia moderna


Lo que llamamos ciencia moderna, distinta a la actividad científica o proto-científica, se fundamenta en que la creación está gobernada por leyes naturales que pueden ser expresadas como relaciones matemáticas entre varias cantidades científicas. Antes de que la ley natural fuera descubierta, la ciencia consistía en la “filosofía natural” que consiste en análisis filosóficos de la naturaleza en la tradición aristotélica y de “tecnologías”, mejor conocidas como las artes prácticas industriales. El concepto de la ley natural ha transformado la ciencia de un pasado filosófico en una fuerza que ha revolucionado el mundo.

Isaac Newton
La idea de la ley natural es la verdad esencial que permanece en el corazón de la ciencia moderna, la cual ha hecho de ésta, una poderosa herramienta para el entendimiento de la creación. La ley natural ha sido una base firme en la Biblia. Al respecto la Biblia dice: “Así dice el Señor, cuyo nombre es el Señor Todopoderoso, quien estableció el sol para alumbrar el día, y la luna y las estrellas para alumbrar la noche, y agita el mar para que rujan sus olas…” NVI (Jeremías 31:35), y también: “…por tu ordenación subsisten todas las cosas hasta hoy, pues todas ellas te sirven” RV1960 (Salmo 119:91). Esto fue afirmado enfáticamente por Calvino y los reformadores. Los científicos que le dieron luz  — Isaac Newton, Johannes Kepler, Galileo y Copérnico, entre otros—, fueron firmes cristianos creyentes de la Biblia que buscaron glorificar a Dios con sus estudios.

Desde que la llamada ciencia moderna comenzó hace unos siglos atrás, ha sido tergiversada en dos maneras. Primero, la ley natural ha sido colocada en una posición autónoma de Dios. Segundo, la metodología utilizada para resolver los problemas científicos deja afuera un ingrediente bíblico esencial, haciendo que muchos científicos sean incapaces de resolver los problemas que enfrentaban. Estas dos áreas necesitan ser revisadas profundamente.

El enlace natural que existe entre la ciencia y el humanismo ateo permanece en la idea de que la ley natural es suprema e inalterable. Debido a que esta filosofía excluye a Dios, esta idea es completamente contraria a la Biblia. Cuando la ley natural se eleva a un absoluto, su descubrimiento se convierte en el propósito principal de la investigación científica, en vez de glorificar a Dios. Este es el culto a la naturaleza, a pesar de toda su sofisticación.

Claramente la Biblia presenta la ley natural como algo dado por Dios (Salmo 119:91) y algo que puede ser suspendido por El a voluntad (Salmo 135:6-7). Además, la Biblia cita muchísimos ejemplos, donde se expone que Dios suspendió la ley natural para llevar a cabo milagros, y esto nos promete que Dios lo continuará haciendo.
Los humanistas ateos ciertamente, no quieren abandonar su posición de supremacía en la ley natural. La verdad y los hechos señalan hacia la Biblia,  y como lo milagroso se convierte en algo más prolífero, los libres pensadores tendrán que enfrentarse a esa verdad. Cuando los científicos comiencen a aceptar lo milagroso, la ley natural será destronada y la ciencia retrocederá hacia su propio lugar para glorificar a Dios.
Quizás lo más resaltante es que el mundo ha sido engañado por la propia metodología científica. Los filósofos de la ciencia consideran el conocimiento científico como un producto de la observación y la razón. Esta imagen fue desarrollada por los pensadores racionalistas cuando la ciencia moderna estaba en sus comienzos. Ciertamente la observación y la razón son elementos esenciales de la ciencia, sin ellos, uno podría fácilmente introducirse en el Solipsismo (teoría filosófica idealista según la cual nada existe fuera de la razón, del pensamiento individual, y que toda realidad percibida no es más que fruto de nuestra imaginación). Sin embargo, la razón sola no puede discernir la verdad, La Biblia enseña que: “Dios da sabiduría al sabio y conocimiento al hombre de entendimiento. Es El quien revela lo profundo de las cosas entendidas. El conoce lo que está en la oscuridad y la luz que vive con El” (Daniel 2:21-29). Atribuirle el conocimiento y el discernimiento a la razón es un error, porque como leímos en el versículo bíblico anterior, Dios es el que da conocimiento. La creación de Dios es demasiada vasta y compleja para que alguien sea capaz de razonarla sin haber sido guiado por Dios. La razón y la observación solas frecuentemente llevan al error, pero acompañadas con la revelación de Dios, representan las herramientas básicas para el descubrimiento científico.
Vemos el enfoque de la actividad científica claramente retratadas en Isaías 28:24-29, el cual describe algunas técnicas agrícolas básicas:


“Cuando un agricultor ara para sembrar, ¿lo hace sin descanso? ¿Se pasa todos los días rompiendo y rastrillando su terreno? Después de que ha emparejado la superficie, ¿no siembra eneldo y esparce comino? ¿No siembra trigo en hileras, cebada en el lugar debido, y centeno en las orillas? Es Dios quien lo instruye y le enseña cómo hacerlo.

Porque no se trilla el eneldo con rastrillo, ni sobre el comino se pasa una rueda de carreta, sino que el eneldo se golpea con una vara, y el comino con un palo. El grano se tritura, pero no demasiado, ni tampoco se trilla sin descanso. Se le pasan las ruedas de la carreta, pero los caballos no lo trituran. También esto viene del Señor Todopoderoso, admirable por su consejo y magnífico por su sabiduría”. NVI


La fuente de este conocimiento tecnológico,según leímos en el versículo anterior, proviene de Dios. Sin la revelación de El, estamos limitados a correr en círculo para siempre; siempre buscando pero nunca llegando al conocimiento de esta verdad.


La historia de los descubrimientos científicos revela que en muchos casos la clave del rompecabezas tiene destellos de discernimiento, en vez de largos y razonados argumentos, pulidos hasta la perfección. A pesar de que muchos científicos atribuyen estos momentos de discernimiento a ellos mismos, otros reconocen la mano de Dios en ellos.


Johannes Kepler
Consideremos por ejemplo: qué llevó a Arquímedes a saltar de la bañera y correr completamente desnudo gritando ¡Eureka! (¡lo encontré!), cuando de repente se dio cuenta cómo determinar la pureza del oro en la corona del rey y descubrió el concepto de gravedad específica. ¿Qué hizo que el gran astrónomo Johannes Kepler (1571-1630) creyera que había considerado las ideas de Dios antes que las de él? Hablando de sus grandes descubrimientos, él declaró: “Creo que la divina Providencia intervino, por eso, por casualidad, encontré lo que nunca por mis propios esfuerzos podría obtener. Creo esto principalmente porque constantemente le había orado a Dios para tener éxito”2. ¿A qué se debe que  Albert  Einstein creyera que no hay un camino lógico hacia las leyes de la naturaleza al decir que sólo la intuición que queda en el entendimiento de la experiencia pueda alcanzarla?

Es claro que algo más que la razón trabajó en la vida de estos hombres. ¿Fue la revelación que se muestra en la Biblia? Dios puede en su gran misericordia revelar sus secretos a cualquier persona. El hace llover sobre justos e injustos (Mateo 5:45)  y la misma Biblia declara que “…las cosas invisibles de Dios, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas…” RV1960 (Romanos 1.20).
 ____________
1Yepez Castillo, Aureo, Historia Universal. Caracas, Ed. Larense. 1985. p. 277
2 Caspar, Max, Kepler. Stuttgart. W.K Verlag. 1948. p.73
NVI: Nueva versión Internacional. 1999. Sociedad  Bíblica Unida.
RV1960: Versión Reina Valera 1960. Sociedad Bíblica Unida

No hay comentarios:

Publicar un comentario